La vida que vendrá #13: la Ofensiva Climática 2023-2025
El otro día, en el agonizante Twitter, el diputado climático Héctor Tejero compartió un hilo sobre qué ha averiguado la ciencia sobre el inédito calor en septiembre de 2023 y sus causas, más allá del calentamiento global. Los estudiosos del tema explican que al cambio climático se le suma algo más de radiación solar de la cuenta, la erupción del volcán Tonga y la emisión masiva de vapor de agua, la prohibición de dióxido de azufre en los barcos (que contamina, pero que hace de pantalla y enfría ligeramente el planeta) y, sobre todo, los efectos de El Niño, el fenómeno que sobrecalienta el océano y que causa subidas generalizadas del mercurio, sequías y diversas perturbaciones.
Contaba Tejero que El Niño probablemente hará que 2024 sea aún más caluroso a nivel global que 2023, superando de nuevo todos los registros, pero que quizá en 2025 las temperaturas bajen, porque esto nunca ha sido sencillo ni necesariamente lineal y existen picos de sierra en cualquier tendencia ascendente compleja. Explicaba también la división que se está agudizando cada vez más entre los científicos climáticos “tradicionalistas” y “aceleracionistas”. Los primeros consideran que El Niño está dejando su impronta pero que, dentro de la gravedad innegable de la situación, está pasando lo que estaba estimado que pasaría. Los segundos creen que hemos infravalorado el cambio climático y que debemos endurecer (¿aún más? ¿cómo?) el mensaje, dado que se ha demostrado mucho más rápido y mucho más implacable de lo que preveían los más pesimistas.
No voy a profundizar en el profundo conflicto político que cimenta este desencuentro, y que tiene su reflejo en el debate español no tanto a nivel científico como a nivel ecologista. Pero el hilo de Héctor me sugirió que el estado atmosférico actual, con España como el territorio europeo más castigado por el cambio climático, que podría ser una “oportunidad” (remárquense las comillas) para poner en marcha, al menos a nivel estatal, una gran Ofensiva Climática durante los dos próximos años que, si bien no suponga una ruptura radical (no tenemos fuerzas ni poder para ello y hace décadas que no lo tenemos) nos acerque un poco más a una vida digna y a un caos climático algo más controlable.
En 2024 va a hacer muchísimo calor, probablemente, dentro de la dificultad de predecir el clima y de unos eventos extremos (inundaciones, sequías, olas de calor) que son más fuertes y más duraderos ahora, pero que no podemos saber exactamente cuándo van a llegar a jodernos la vida. No quisiera ser tan inconsciente como para vender que se trata de una buena noticia. Pero sí podría servir para 1. enterrar definitivamente los brotes verdes del negacionismo 2. potenciar políticamente la adaptación sin que se entienda como rendición y 3. acercarnos algo más a lo que debería ser una política climática ambiciosa.
Ninguna de estas medidas supone ningún sacrificio, aun comprando la retórica banal y egocéntrica del sacrificio. Se quedan, posiblemente, cortas, pero lo verdaderamente ingenuo sería ignorar el balance de fuerzas actual. Se centran en el Gobierno estatal porque no espero nada de la mayoría de Ayuntamientos y comunidades gobernadas por la derecha. Serán clasificadas como “reformitas” por algún pope del ecologismo que no tiene ni idea de cómo llevar a la práctica en el corto plazo que necesitamos sus planes perfectos, impolutos (de no usarlos) y mucho mejores que los de los débiles de corazón comprados por el capitalismo verde. Pero creo que nos podrían llevar a vivir mejor que ahora, en el plazo de tiempo que necesitamos: ahora.
Un Gobierno progresista salido de las negociaciones que se mantienen estos días podría empezar con:
-Una modificación de la Ley de Cambio Climático que, además de endurecer los objetivos de emisiones para 2030 y 2050, se garantice la salvaguarda legal para obligar a los ayuntamientos a implantar zonas de bajas emisiones realmente útiles en los municipios de más de 50.000 habitantes, así como a las comunidades a terminar sus planes de gestión de los riesgos de inundación. Aún faltan unos cuantos y las riadas de las DANA que vendrán ponen en riesgo, según cálculos de Transición Ecológica, a 2.300.000 personas en territorio español.
-Puesta en marcha de manera urgente de las medidas contra el riesgo de inundación dibujadas, con una calma impropia de los tiempos que nos ha tocado vivir, durante el primer ciclo de estos planes (2016-2020).
-Esta nueva Ley, además, deberá instar a los municipios, grandes o pequeños, con temperaturas insoportables en verano a instalar refugios climáticos: espacios públicos en los que poder descansar y practicar actividades de ocio, evidentemente gratuitos, a salvo del calor del exterior, con trabajadores sociales y educadores para atender las necesidades de las personas mayores y de las más pequeñas, así como a adecuar colegios e institutos a la nueva temperatura implantando máximos en los cuales no se puede dar clase, pero dando opciones y alternativas a las familias que -desgraciadamente, por ahora- no pueden dejar de trabajar.
-Los municipios, además, deberán elaborar mapas de refugios climáticos ya existentes junto a cálculos que los pongan en relación con la población de cada uno de los barrios en los que se emplaza, junto a un listado de medidas de corrección en caso de que esta relación sea insuficiente, sobre todo en los distritos de renta media-baja.
-Un nuevo pacto social sobre la implantación de renovables que de facilidades a la instalación de nueva potencia eólica y fotovoltaica, pero que también prohíba su presencia en entornos protegidos por su biodiversidad o por su alto valor paisajístico, así como la fragmentación de megaproyectos para saltarse el trámite ambiental.
-Un ‘155 ambiental’ que, en base a la Ley de Parques Nacionales, centralice la gestión de Doñana y de las Tablas de Daimiel, en paliativos, acompañada de un Plan de Transición Agraria que ofrezca oportunidades de empleo en nuevos sectores a los trabajadores del regadío intensivo, así como un refuerzo de los operativos destinados a cerrar pozos ilegales.
-Prohibición expresa de las macrogranjas, con una limitación realmente efectiva de las cabezas de ganado por cada explotación y evitando que las cárnicas fragmenten sus instalaciones para saltarse la ley.
-Bono social eléctrico y térmico automatizado, así como el Ingreso Mínimo Vital, para que las familias más vulnerables paguen menos por la luz y el gas sin tener que pedirlo o enfrascarse en trámites complicados y cuenten con un pequeño colchón para el día a día. Mantenimiento de las medidas destinadas a bajar el precio del mercado mayorista, como el tope al gas, y negociaciones con la Comisión Europea para seguir poniendo trabas a que el precio de los combustibles fósiles se contagie al del resto de suministros.
-Creación de una empresa eléctrica pública que ofrezca energía eléctrica verde mediante contratos a largo plazo con compañías de generación mediante tecnología renovable; y que instale placas solares en los techos de los municipios de más de 100.000 habitantes para su consumo dentro de los límites de los propios términos municipales y lo más cerca posible de los consumos. Una vez terminada la norma de ordenación y regulación de las comunidades energéticas, tomará la iniciativa para que grupos de vecinos o de empresas consuman de la misma instalación fotovoltaica y tomen sus propias decisiones sobre el destino de la energía sobrante.
-Modificación de las medidas incluidas en el Plan de Recuperación, a cargo de los fondos europeos, para 1. inaugurar más vías de tren y más líneas de autobús, sobre todo en los municipios con mala conexión; 2. subvención perenne a los modos de transporte, como estos, más sostenibles, con la implantación de abonos transporte universales, y dando la batalla en Europa por la previsible contradicción con las sacrosantas normas de la libre competencia.
-Línea de subvenciones a los Ayuntamientos, con cuantía no directamente proporcional a su tamaño y posibilidades, para que pongan en marcha flotas de vehículos eléctricos compartidos, con disponibilidad garantizada en las periferias peor conectadas con transporte público.
-Refuerzo urgente e inmediato de los Inspectores de Trabajo para que hagan efectiva la prohibición recientemente inaugurada de realizar trabajos de alta exposición durante olas de calor. Elaboración de una ley de actividad durante fenómenos extremos que paralice, a cambio de las compensaciones necesarias, toda actividad laboral considerada prescindible durante grandes tormentas y días de calor extremo. Sin olvidar, obviamente, sus tareas rutinarias como paliativo de un sistema económico y laboral basado en la explotación y la violencia.
-Creación de un nuevo cuerpo de trabajadores públicos que vayan municipio por municipio explicando a los vecinos las subvenciones existentes para reformar viviendas con criterios de eficiencia energética, sobre todo en los barrios menos pudientes (en los que la ayuda puede llegar al 100% de los costes), y que sirvan de apoyo a la hora de completar los trámites.
-Puesta en marcha de un nuevo capítulo en la implantación de las jornadas de cuatro días, en diálogo no solo con sindicatos sino con colectivos feministas transinclusivos que aporten perspectiva sobre el profundamente desigual reparto de los cuidados actual.
-Apertura del debate sobre la renta básica, bien climática (que solo se puede gastar en actividades destinadas a la reducción de emisiones) o bien general, en base a una profunda reforma fiscal que no solo ponga el foco en las grandes fortunas sino en las grandes actividades contaminantes, visto el respaldo legal de los impuestos extraordinarios sobre banca y eléctricas.
-Conformación de una “internacional climática” junto a países que de verdad quieran poner en marcha esta Ofensiva Climática 2023-2025 y que empiecen a pensar, más allá del estrecho espacio de las COP, soluciones estructurales para los retos globales que se nos vienen: migraciones climáticas, ecofascismo, extractivismo en el Sur Global. Y que condene la limpieza étnica que, durante estos días, está ejecutando el Estado de Israel en Palestina, como mínimo ético para empezar a trabajar.
-Abandono del diálogo y de la concordia con los sectores políticos que recelan de estas medidas por miedo a perder privilegios y por profundo desprecio sobre la vida.
No es perfecto. No es suficiente. Es refor. Pero nos acerca más a lo aceptable. La Revolución Francesa, cuentan los historiadores, se sustentó sobre una gran hambruna causada por la sequía que causó el Niño. Ahora no hace falta ni queremos pasar hambre, solo empezar a desmontar la acumulación originaria. Lo que no quiero pensar es que es imposible. No son situaciones equiparables, pero el Estado mostró su potencia ante la urgencia en una pandemia.
Requerirá, seguramente, el cuestionamiento de límites que algunos creen irrebasables y una actuación real bajo criterios de emergencia. Requerirá la confianza, una vez más, en una estructura institucional cuya inutilidad para modificar la relación de desigualdad sobre que sustenta el capitalismo da alas a la reacción antisocial. Pero puede ser un buen punto de partida (no la meta final) dadas las debilidades, las manías y las obsesiones, siendo dolorosamente honesto, del tejido asociativo y militante actual.
La vida que vendrá será mucho mejor que la vida que podríamos tener tras la aplicación de estas medidas. Se parecerá bastante poco a un sistema como el actual, “catastrófico, agotador, brutal, bastante implacable, que no nos da ni un respiro y que hace muchísimo puto ruido”, como lamenta China Miéville. Pero tenemos que empezar ya y no, no es verdad que este ha sido “el verano más fresco del resto de mi vida”, porque el clima no es lineal y porque todo, siempre, depende de nuestras condiciones materiales y del músculo de lo público y común. El de 2024 puede empezar a romper ese presagio catastrofista.